jueves, 14 de febrero de 2013

La primera vez - Memorias


Hola, aquí la nueva entrega de la historia erótica Memorias.

La siguiente historia es producto de hechos reales y ficticios.
Escrito por Eddy, el otaku galante.



LA PRIMERA VEZ
II


El molestoso e incesante sonido de una alarma de celular despertó a Cesar, que dormía plácidamente en los brazos de Morfeo.
Abrió los ojos y con mucha dificultad se sentó sobre la cama, agarró su teléfono y miró la hora.
-               -    ¡Mierda! ¡6 y 30! ¡Ya es tarde!
Con la típica velocidad del rayo que caracteriza a los estudiantes atrasados, se vistió, desayunó y en poco tiempo ya estaba caminando en los pasillos de la universidad.
Al llegar a su aula se sorprendió, pues el profesor aún no había llegado. Se ubicó en el asiento de siempre y esperó.
-                - Es la primera vez que el profesor se atrasa ¿Verdad?
-                -¡Aja!, ¿Qué le habrá sucedido?
Cesar al escuchar la conversación de sus compañeras, sonrió de pronto.
-          La primera vez, la recuerdo con claridad.
Con la risa todavía en su rostro se llevó las manos a la nuca, se recostó al espaldar de la silla y cerró los ojos.

Todo era oscuro, no podía ver nada. Minutos antes mi Tía me había vendado los ojos. Subía las escaleras con mucha dificultad a pesar de apoyarme en ella. Después de subir un poco más, nos detuvimos.
-                  -  Listo Cesar, llegamos.
De un tirón saqué el pedazo de tela que cubría mis ojos y    ¡Sorpresa!
-                   -    ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! , gritaron todos al unísono.
Confeti o papelitos de colores, como los solía llamar, llovían sobre mí. Mis padres, Tíos, Primos, Hermanos, todos aplaudían sin cesar. Y como era de esperarse de un adolescente de 15 años, estaba totalmente sonrojado.
Abrazos y felicitaciones iban y venían, acompañados de modestos regalos. Luego llegó el momento de la típica cena y al final el pastel, desgraciadamente no me salvé del ritual “que muerda el pastel”.

Cuando todo acabó, busqué la comodidad de mi cama. Aunque no duró mucho.
-          Ahora me toca a mí, vengo a darte tu regalo de cumpleaños.
De entre las sombras salió una mujer, a la luz de la luna su cuerpo desnudo brillaba cubierto por un manto blanco parecido al color de la espuma de mar.
-                     -    ¡Martha!
-                      - Shhhh
Posando su dedo sobre mi boca, me hizo callar.
-                   - No digas nada.
Martha la empleada, ¡oh! Bella mujer. Veinte años más o menos, de piel canela, cabello extremadamente lacio, cuerpo pequeño pero muy bien moldeado. Labios carnosos con un color rosado opaco muy intenso, rostro limpio de piel suave propio de las mujeres que no necesitan maquillaje.
Hace poco más de dos meses que había llegado y al instante hicimos conexión, tres días más tarde nos habíamos besado y una semana después ya nos acariciábamos más allá de lo normal, nunca habías llegado hacerlo hasta esa noche.

Al verla desnuda rápidamente me desvestí, para no demostrar inexperiencia según yo.
-               -  ¿Nervioso?
-               - No, para nada… Bueno, un poco tal vez.
Con una sonrisa algo burlona y algo compasiva me dijo:
-                 -Tranquilo, yo me encargo.
Mirándome fijamente a los ojos, como un depredador a su presa,  se acercó a mí, Tan cerca que sentía la punta de sus pezones en mi pecho. Alzó su mano y enterrando sus dedos en mí cabello me besó, sonrío, me mordió un labio, sonrió de nuevo y luego nuevamente me mordió el labio.

Cansado de tanto mordisco, decidí vengarme, rápidamente escapé de sus labios y le encajé mi mandíbula a un lado de su cuello, tal y como hace un vampiro. Sentí que un temblor sacudía mi cuerpo y sin poder contenerme volví a morder su cuello repetidas veces, sin compasión, sin temor.
El piso de mi habitación era un espejo, pues nuestras sombras copiaban a la perfección cada uno de nuestros movimientos.

Poco a poco fuimos acercándonos a la cama, Martha o canela como le decíamos en casa, se detuvo de pronto y me tumbó sobre las cobijas. Posó sus manos sobre mis piernas y desde las rodillas empezó a subir, lentamente, pasó por mi cintura y se detuvo en mi pecho. Luego me miró, agarró mi pene y se sentó sobre él.

Del  frio y seco pasé al cálido y húmedo. Sus piernas me dieron la bienvenida y mi pene ingresó al interior de la oscura y húmeda vagina. Como si acabáramos de pincharnos con una aguja, ambos dejamos escapar un débil pero muy profundo gemido.

Sin darme tiempo a pensar que hacer, canela se dejo caer sobre mí, me agarró la cabeza con ambas manos y empezó a subir y a bajar sobre mis muslos como si de un ascensor  se tratara.
Primero fue lento, despacio, muy despacio; luego aumentó la velocidad, cada vez más rápido hasta que sentí el pinchaso cuando se partió mi frenillo.
-                  - ¡Ah!
El dolor fue intenso pero muy fugaz, pues la corriente de sensaciones me sacudía el cuerpo y adormecía mi cerebro. Martha cabalgaba sobre mí, casi violentamente. Sus cortos y rápidos jadeos coincidían con el choque de sus nalgas en mis muslos. Sin olvidar ese inconfundible y excitante sonidito que se produce al chocar dos cuerpos.
-              -   ¡Ah! ¡UH!
Sus jadeos endulzaban mis oídos, freían mi cerebro y aumentaba mi deseo de penetrarla con más fuerza.

Sin aguantarlo más, la agarré por la cintura, me senté  y empecé a morderle los senos con pasión desbordante. Mis manos, ya sin vergüenza,  subían por sus muslos hasta que apretaron su grande y delicioso trasero.

No recuerdo en qué momento perdí el control, pero estoy seguro que al apretar su trasero algo se despertó en mí. Sentí que perdía el control sobre mi cuerpo, alguien. No, algo se apoderó de mí.

Al darme cuenta Martha estaba en cuatro, de espaldas a mí, respirando rápida y entrecortadamente. Mientras la sujetaba de la cintura y la penetraba desesperada y violentamente
Los gemidos de la preciosa canela se confundían con mis fuertes exhalaciones, que más que de humano sonaban como las de un animal.
-              -   ¡Ya!, ¡ah! ¡Ya!.! ya! , decía casi sin poder respirar debido al incesante movimiento.
Después de un sacudón y un largo gemido Martha se desplomó sobre la cama, como un ave que cae del cielo.
-            -   ¡Ya llegué!, fue lo último que dijo ella y lo primero que dijo el profesor de Cesar al entrar al
Aula.

Cesar abrió los ojos, adopto una mejor posición y sonrió.










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