martes, 26 de febrero de 2013

Final de Memorias

Hola, aquí la nueva y última entrega de la historia erótica Memorias.

La siguiente historia es producto de hechos reales y ficticios.
Escrito por Eddy, el otaku galante.




LA EX NOVIA
III


El sol de la tarde calentaba el techo del restaurante poniendo a sudar a los comensales, igual que cerdos en matadero. A pesar de ser un restaurante al aire libre, lo último que había era aire fresco.

         -¡Ha!, ¡Qué calor que hace!

-                           -  Si, esto parece sauna. Añade Cesar en tono divertido, mientras sopla aire en el interior de su camiseta.
-                           -Comamos, comamos mejor.  Sin perder tiempo,  Paúl, amigo de Cesar, empieza a cortar en      pedacitos el trozo de carne que tiene en frente.

Poco a poco la comida iba desapareciendo de los platos, primero desapareció la sopa, luego el segundo y finalmente el jugo. Con gran satisfacción ambos jóvenes se recostaron en el espaldar de las sillas, mientras que con palillos de dientes peleaban con los trocitos de comida que tenían en su dentadura.

-                          - Oye Cesar, y a la final que pasó con tu ex.  ¿Ya nada entonces?
-                           -Pues no, la verdad. Ya todo acabo.  Cesar que no había dejado el palillo para hablar, seguía luchando con un trozo de carne.

De pronto una sonrisa pícara aparece en la cara de Paúl, se acerca más a Cesar y en voz baja dice.
-                             - Pero si, si tuvieron sexo ¿verdad?
Cesar deja de pelear con el pedazo de carne, mira a Paul y muy relajado le dice.
-                             -  Un hombre, jamás dice lo que hace con una dama.

Sonríe, se recuesta en la silla y sigue peleando con el trozo de carne.

Mientras Paúl trata de disimular su sorpresa mirando su teléfono, Cesar cierra sus ojos y recuerda lo que jamás dirá.

-                     -   ¡Rápido! ¡entra!
-                     -    No y ¿si viene alguien? 
-                    -   No pasa nada mi amor, entra.

Tuve que jalarla para que entrara al baño y no era para menos estábamos en la universidad. El miedo y la adrenalina se mezclaban en nuestro interior, aumentando la excitación del momento.

La ansiedad y la prisa por terminar lo que habíamos empezado por teléfono, nos obligaba a fundirnos el uno con el otro con la ropa puesta.

Besos rápidos y salvajes iban y venían, en el cuello, en la oreja, en el pecho, en la quijada, todo esto acompañado de  respiraciones fuertes y entre cortadas.

Sin perder tiempo alcé su falda e introduje mi mano en su entrepierna, loco por toparme con ese dulce manjar. Mientras mis dedos jugueteaban en su interior, mi boca saboreaba aquellos pezones de chocolate.

Poco importaba el lugar, lo que necesitábamos era hacerlo. Rápida y de manera torpe Maryuri me despojó de mi pantalón y de un empujón me sentó en la taza del baño. Despacio y sin prisa se sentó en mis piernas, mientras dejábamos escapar profundos gemidos de satisfacción.

El continuo movimiento de su cadera, hacia adelante y atrás, asemejaba el movimiento de un bote en el mar. Sus nalgas suaves amortiguaban el peso que mis piernas soportaban, mientras su torso y el mío se hacían uno solo.

De pronto, unos fuertes golpes en la puerta apagaron el fuego de nuestros cuerpos.
-                     - ¿Quién está aquí? La voz de una mujer mayor nos congeló por completo.
Asustados nos miramos mutuamente sin saber qué hacer.
-                      - ¡Ocupado!   dijo Maryuri, mientras se ponía de pie y se arreglaba la falda.

Paúl miraba curioso como Cesar reía silenciosamente mientras seguía apoyado en el respaldar de la silla.
(risa) Inolvidable. Una locura de tantas, pero no la más loca. La más loca tal vez sea cuando lo hicimos en su casa, en la cama de sus padres. (risa)

Recuerdo que apurado y nervioso toque el timbre, pues  en todo barrio siempre existe el vecino que espía a los demás. No pasó mucho tiempo cuando la puerta se abrió y una mano me jaló al interior de la casa.

Sin siquiera saludar, me abalancé sobre ella y la besé apasionadamente. No opuso resistencia, en cambio, me correspondió.

Mientras nos besábamos, su blusa y mi camiseta desaparecieron por los aires. Las ganas por tenernos y devorarnos el uno al otro eran incontrolables, mientras buscábamos una habitación  para arder más cómodos,  la mesa, la pared y el escritorio fueron nuestras paradas momentáneas.

Ya en la cama, terminar de desvestirnos fue lo último que hicimos. Después de morder su cuello, empecé a bajar por su pecho, beso tras beso  formaban una escalera invisible que descendía hasta su ombligo. Lugar en el que me detuve para mirarla, allí estaba ella con los ojos cerrados y con la cabeza a un lado.

Sin dudarlo bajé hasta su vagina y como si de una rosa se tratara su aroma inspire, mis pulmones se llenaron de ese extraño y embriagante olor que al instante a mi conciencia durmió y a mi instinto despertó.

Totalmente poseído por mi lujuria como un perro hambriento lamía su vagina, los gemidos eran intensos, tanto, que tronaban en la habitación. Lo cual me excitaba y aumentaban mis ganas locas por escucharla gritar mientras se retorcía en la cama como si la vida se le fuera en cada lamida.

-                  - Ya basta, ven  dijo ¡sube!  
Sus manos me tomaron del cabello y me obligaron a subir hasta su boca. Como si en una trampa hubiera caído, sus piernas formaron un candado alrededor de mi espalda y muy sonriente dijo.
-                    - De aquí no te escapas.
-                    -  Tampoco quiere escaparme.
La posición en la que estábamos facilitaba la penetración, así que sin mucho esfuerzo hice conexión. Como queriendo parar el tiempo, entraba y salía muy despacio. Dos cortas y una profunda.

De pronto la bestia salvaje de mi interior tomó el control, la agarré por la cintura, la llevé hasta el filo de la cama, me puse de pie y violentamente le hice el amor.

Verla morderse los labios mientras me agarraba las nalgas me excitaba más, lo cual me daba  energías para seguir penetrándola a la misma velocidad.

Las caricias, el sudor, los gemidos, el salvajismo con el que hacíamos el amor nos llevaban a otra dimensión donde solo los dioses hacen el amor.  Una voz fuerte y grave nos sacó del trance sexual.

-                     -     ¡Maryuri! ¡Maryuri! ¡Abre la puerta!
Mi pobre ex asustada saltó de la cama
-                      -  ¡Mi papá! ¡Escondete!

Igual de asustado  pregunte
-                       -     Pero ¿Dónde?
-                      -   ¡Debajo de la cama!  dijo mientras terminaba de arreglarse la falda ¡apúrate!

Nuevamente su padre llamó
-                      -    ¡Maryuri!  El tono del llamado era más fuerte.
-                       -  ¡Ya voy!
Mientras me escondía, ella salió disparada a la sala, se puso su blusa, escondió mi camiseta y abrió la puerta. Después de eso no supe nada hasta que su padre se fue y ella ingreso a la habitación a sacarme de mi escondite  mientras se reía a carcajadas de mi situación.

Cesar reía casi a carcajadas cuando abrió los ojos y vio a Paúl que lo miraba muy extrañado.
-                  -    Olle Cesar, ¿De qué te ries?
Mientras se levanta de la silla, Cesar muy divertido le dice:
-                  -   De nada importante, algo que recordé. Vámonos.

Ambos se alejan del restaurante, Paúl confundido y Cesar imaginando cómo y con quién será su próximo encuentro sexual.
FIN




1 comentario: